martes, 17 de julio de 2018

Aquella noche

Todo era parecido a aquella noche, salvo que nada sería nunca como aquella noche. Las luces de neón, la música disco, las niñas bailando y los niños mirando como bobos. Uno de ellos, él, anonadado por la expresión artística de una morena que se movía con el ritmo de un ángel. Quiso acercarse, pero no pudo. Necesitó otra copa y, después, otra copa más. Sólo entonces se atrevió a acercarse y sólo entonces el destino le jugó su peor baza. Le sangró la nariz, de manera inconsciente, y mientras besaba aquellos labios de purpurina sentía un sabor a sal mezclado con saliva. No tardaron en separarse. Ella marchó abrumada y él quedó petrificado, pasando la lengua por los labios, rememorando un instante mágico.

Ella no había vuelto por allí, los neones seguían brillando y la música había evolucionado hacia una especie de tecno inabordable. Había más niñas, más niños y más copas, pero no había vuelto a besar a nadie. Sin embargo, cada vez que sentía la tentación de regresar atrás, golpeaba en seco su tabique nasal. Y entonces aparecía la sangre. Y entonces, sólo entonces, reaparecía el instante. El mundo se paraba, su pantalón se abultaba y la noche volvía a ser, durante unos minutos como aquella noche.

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