¿Qué podemos esperar?
Hace 6 meses
Palabras y pequeñas historias
Un problema, le dijo a Houston. Tantas veces soñando, tantas veces jugando. Y ahí estaba, el problema. Todos los años encerrado en casa, en una biblioteca, en un garaje. Aprendiendo, experimentando, aprobando. Tantos años y ahí estaba el problema. Misión espacial cuatrocientos tres. Challenger ocho. Y él, como tantos, había soñado con estar allí. Como sus cuatro compañeros de tripulación. Y sin embargo, Houston tenemos un problema. Demasiado joven para morir, demasiado viejo, ahora sí, para seguir soñando.
Todo era parecido a aquella noche, salvo que nada sería nunca como aquella noche. Las luces de neón, la música disco, las niñas bailando y los niños mirando como bobos. Uno de ellos, él, anonadado por la expresión artística de una morena que se movía con el ritmo de un ángel. Quiso acercarse, pero no pudo. Necesitó otra copa y, después, otra copa más. Sólo entonces se atrevió a acercarse y sólo entonces el destino le jugó su peor baza. Le sangró la nariz, de manera inconsciente, y mientras besaba aquellos labios de purpurina sentía un sabor a sal mezclado con saliva. No tardaron en separarse. Ella marchó abrumada y él quedó petrificado, pasando la lengua por los labios, rememorando un instante mágico.
pese a que trabaja de albañil, Capijuán América no tenía el escudo pese a que cincelaba armas en una fábrica de Toledo y Piteresa Parker no sacó sus uñas para mostrar lo bien que araña. No nos quedó otra que sopesar las opciones y elegimos la más fácil. Ellos eran más fuertes y parecían mejor entrenados. Así que salimos corriendo. Correr es de cobardes, decía el abuelo cada vez que me amenzaba con la alpargate. Y yo, igual que entonces, le diría al yayo que una cosa es ser un héroe y otra es ser un gilipollas.