lunes, 21 de marzo de 2011

Contrastes

Los campos florecieron, el sol brilló en lo más alto, en los árboles crecieron los frutos, los pájaros cantaron melodías estivales, el trigo se convirtió en oro en lo alto de las espigas, el azul del cielo se tornó en turquesa, los ríos susurraban, los peces saltaban y los conejos brincaban felices en busca de un pedazo de hierba fresca con el que regresar a su madriguera. La casa del prado, descolorida y aviejada, desdibujaba el contraste de una primavera que daba pasa a un verano de esplendor. Dentro, junto a las cenizas de un fuego que hacía tiempo que no calentaba, el tipo del sombrero de paja apuraba una colilla y secaba sus lágrimas con la manga de la chaqueta raída. Todo daba igual. Estaba triste.

Los campos se marchitaron, la luz se ocultó bajo las nubes grises, los árboles quedaron desnudos, los pájaros regresaron al sur, la siembra se tornó en barbecho, el cielo se pintó de gris oscuro, el agua se volvió turbia, los peces se escondieron y los conejos se resguardaron en el silencio más absoluto. Una ráfaga de viento sopló sobre la fachada de la casa recién pintada de rojo que desdibujaba el contraste de un otoño gris que daba la bienvenida a un invierno amenazador. Dentro, junto a una chimenea resplandeciente entre troncos que ardían de pasión, el tipo del sombrero de fieltro se relamía los labios tras el penúltimo beso y arreglaba sus cejas con el fragor de sus dedos recién pulidos. Fuera, el mundo se rebelaba contra el sol y él era el hombre más feliz del mundo.

1 comentario:

Sagra dijo...

Joer pues sí que has puesto bien el título: contrastes, la alegria del verano y la tristeza según tú del invierno, aunque el invierno no es tan malo no?
Es eso no?

Me encantan tus escrituras, vuelvo a leerte