lunes, 24 de agosto de 2009

Una de dos

El bar volvía a estar lleno hasta arriba, como cada noche de sábado, y a Mario ya le aburría tanta rutina. Ser guapo no era sencillo; le obligaba a mantener el nivel de exigencia y eso, con el tiempo, terminaba por convertirle en un inconformista.

Pidió un ron con coca cola y sintió el deseo en la mirada de la camarera. Ya se había acostado dos veces con ella y la segunda fue más por darle otra oportunidad que por verdadero deseo de repetir. Sonrió desganado mientras miraba al resto de clientes comérsela con los ojos.

Repasó cada esquina del local y en cada rincón encontró a una de sus últimas conquistas. Todas le miraban con ganas de volver a ser la elegida y Mario no tenía ninguna gana de volver a repetir plato. Apuró la copa y decidió volver a casa para repasar el ejercicio de sus dudas.

Entonces la vio. Hacía más de un mes que no coincidían y le había costado un mes olvidar su tacto de seda bajo el edredón. Volvieron a reconocerse con la mirada y Mario se acercó, feliz, seguro de que aquella noche iba a terminar mejor de lo que había imaginado. Estaba sola y, como una reina en palacio de hielo, esperaba a que los hombres terminaran de derretirse al contemplarla.
- Hola. – Dijo Mario dibujando aquella media sonrisa que tantos corazones había conquistado.
- Lo siento. – Dijo ella. – No soy de las que repiten.

Y se marchó moviendo sus caderas con aquel paso que amansaba a todas las fieras. Mario la vio cotejar a una nueva víctima y se sintió presa de su propia insatisfacción. Tendría que darle una tercera oportunidad a la camarera. O eso o marcharse a casa para hacerse viejo ejerciendo el onanismo.

1 comentario:

Angela dijo...

No le esta mal empleado al xulito!!! me jodes, que no le gusta repetir, si es que es mejor ser feo que no guapo!!!!!