Hígado con destino a Houston y corazón con destino a Madrid. Dejé de beber por ella y me vine aquí, al calor del amor en un bar, mientras echaba de menos el sol de Texas en los días de lluvia y las tardes de rodeo mientras cientos de exaltados gritaban gol en el estadio anexo a mi casa. Tanta curiosidad me provocaron que un día me acerqué a comprobar el motivo de su alegría y no tardaron en contagiarme su sentimiento. Durante muchos años olvidé los rodeos y a los Texans y cambié el bufido y la pelota ovalada por un balón redondo y una bufanda roja y blanca. Allí, junto al río, una tribu de indios acampaban cada domingo y se volvían locos con rituales excesivos daba igual que ganasen o perdiesen. Ella terminó por dejarme, pero yo había encontrado mi casa. Por ello, el día que una máquina demoledora rompió el primer cristal, le dijo adiós a mi corazón y me compré un nuevo hígado para regresar a casa. Desde la distancia las penas son menores y el alcohol me ayudó a recuperar un olvido que jamás debí dejar guardado en el cajón de las promesas pendientes.
¿Qué podemos esperar?
Hace 4 semanas
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