martes, 27 de agosto de 2024

En el país de los ciegos

-        ¿Qué tal mil euros?

El tuerto le miraba con cierta condescendencia y él contó, mentalmente, las cosas que podría comprar con ese dinero. No sabía a qué ojo de su interlocutor mirar y eso le confundía soberanamente. Leche, huevos, carne y alguna verdura. Podría dar de comer a mi familia durante unos meses y, quien sabe, quizá cuando me recupere pueda encontrar un trabajo. Seguro que había alguien dispuesto a cobrar su ayuda por incapacidad.

-        De acuerdo. – Contestó.

Desde que habían hecho el primer trasplante de ojo, habían sido muchos los ciegos que habían buscado un ojo sano con el que poder descubrir los colores del mundo. Pero aquel tipo no quería ser rey, sino emperador.

Ahora por fin sabía qué costaba un ojo de la cara.

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