Descansaba durante el día porque la noche era una
coreografía continua. Primero vomitaba, después se bebía una botella de un
trago, insultaba, se bebía otra botella y abría la mano para empezar a golpear.
Por ello, el día que no hubo baile, mamá se acercó a la alcoba, preocupada. Él
no roncaba y el vómito se acumulaba en su boca mientras un extraño color azul
pintaba su rostro. Mamá tiró las botellas y subió las persianas. Desde aquel
día no ha vuelto a bailar, pero, con una sonrisa radiante, canta una copla cada
mañana.
Arrasados
Hace 5 días
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