lunes, 20 de abril de 2015

El anillo

Dicen que soy demasiado observadora. Debe ser una cualidad de mujer. Desde pequeña he estado atenta a los pequeños detalles y generalmente no he dejado escapar la más mínima percepción. Un cabello en la solapa de una chaqueta, un papel nuevo sobre el montón de documentos o una marca de carmín mal limpiada en la mejilla.

El cabello rubio en la solapa lo pasé por alto. Yo soy rubia, aunque tengo el pelo corto. El papel sobre el montón lo entendí como una broma. Un "te quiero" con una letra que no conocía es posible que se tratase de cualquier legajo encontrado junto a un bordillo. La marca de carmín la quise ignorar porque todos tienen alguna compañera efusiva en el trabajo.

Lo que más me ha extrañado es que haya vuelto a las miradas turbias, las sonrisas apagadas y los gestos de molestia. Que ya no se vaya a acostar a las doce porque tiene que hacer un trabajo en el ordenador. Que ahora se preocupe de que sus hijos hagan los deberes. Que se haya mostrado indiferente cuando le dije que me enteré de que su compañera la rubia se había comprometido con el hijo del director. Y, sobre todo, me extraña que después de dos años haya vuelto a ponerse el anillo de casado.

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