miércoles, 30 de noviembre de 2011

Sin zapatos

Cojeando, me esforcé por alcanzar la fila de niños que regresaban del recreo. Todo había sucedido tan rápido que aún me dolía más el orgullo que mis propios pies. Atrás habían quedado una apuesta y un puñado de cardos desparramados por el suelo. Quise hacerme el valiente y reté con mis palabras al chico más alto de la clase; "quien aguante más tiempo caminando descalzo sobre los cardos se queda con la chica". Ella había aceptado con la mirada y yo no pude aceptar las leyes del dolor. Ni siquiera pude recordar que llevaba todo el curso queriendo besarla. Me retiré y mientras el dolor me impedía volver a calzarme los zapatos nuevos, las lágrimas no me impidieron ver como él se quedaba con la chica y yo me quedaba con mi cara de tonto.

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