No hay tiempo que perder, los guantes están bien calzados, los músculos tensos, la mirada fija en algún punto entre el techo y la pared. El pabellón está lleno, el espectáculo garantizado y millones de personas que han pagado para ver el combate devoran sus snacks frente al televisor. El oponente está en el ring y el futuro está en el aire. El dinero está invertido. Fuera hay un coche con una maleta llena y una rubia al volante. “Recuerda caer al suelo en el tercer asalto”. Debe hacerlo sin que se note demasiado. Gong. Tiene nueve minutos para pensarlo.
Rabia
Hace 19 horas
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