lunes, 8 de octubre de 2012

El diván

- Es imposible olvidar cuando el alma prende en carne viva.
- ¿Qué hiciste?
- Nada que no desease durante años. La saludaba con dulzura, la miraba con ensoñaciones, la despedía con amargura.
- ¿Y nunca le dijiste que la querías?
- Lo hice, pero se rió en mi cara. La vida no es fácil para los feos, creo que me dijo. Pero en el instituto yo era un niño y ahora soy un hombre. Míreme.
- ¿Has cambiado?
- Ahora me cuido. Los espejos me envidian y la vanidad no me soporta.
- Nadie te soporta.
- Me da igual. He vuelto a verla. Ya no la volveré a ver.
- ¿Qué has hecho?
- Nada que no hubiese planeado durante años. Todo fue por ella. Las lecturas, el gimnasio, las comidas sanas y los refrescos en las discotecas. Incluso acostarme con aquella puta de la casa de campo.
- ¿Una puta?
- Una puta. Me la encontré por casualidad. Bueno, eso es lo que cree ella. Yo llevaba muchos años siguiéndole los pasos. Sé que es modelo, que se acuesta con hombres ricos y que esnifa cocaína antes de acostarse. Que duerme en los mejores hoteles, que le gusta la ropa cara y siempre lleva el pelo teñido de rubio. Al principio no me reconocía. No se enamoró del feo del instituto, sino de mi Rolex y mi traje de Armani. Estuvimos toda la noche follando. Sin condón. Ahora le toca a ella pasar por el túnel.
- No me refería a ella ¿Una puta de la casa de campo?
- Ah, sí, esa. Me dijeron que tenía Sida. Me dijo que estaba loco, pero la pagué bien y cerró la boca.
- ¿Estás loco?
- ¿Usted me lo pregunta?
- Te puedes morir.
- Puede ser. Pero si lo hago, sabré antes de irme que ella también se vendrá conmigo. La vida no es fácil para los feos, pero tampoco debe ser sencilla para una puta enferma por muy guapa que sea.


Apagó la luz y cubrió el divan con una manta. Cuando estaba vacío, el despacho parecía una cámara de sueños. Cuando las luces estaban encendidas y el humo nacía desde el cenicero, muchos de aquellos sueños eran auténticas pesadillas.

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