En el congelador hay Manolo para
rato y yo tendré que seguir diciéndoles que a Manolo lo vendió el abuelo por
cuatro duros a un viajante de ganado y después le volveré a regañar y le diré que
a qué viene esa manía suya de ponerle nombre a los animales sabiendo cómo se
encariñan los niños con ellos.