El doctor pasaba una estampa detrás de otra. Todas tenían dibujos imposibles, figuras retorcidas, equidistancias mareantes.
- Un charco de sangre.
- Una cabeza aplastada.
- Un hacha sobre un cuello.
Y así una detrás de otra.
Cada figura un crimen, cada pensamiento una anotación aparte.
- Puede marcharse.
Le diagnosticaron transtorno severo. Nada nuevo. Llevaba más de ocho años en aquella institución y temía que, como mínimo, iba a estar otros tantos. Eso como poco. Ya se encargaría él.
- ¿Qué tal ha ido? - Preguntó ella.
Y entonces, él, cambió la mirada de psicópata por la mirada de enamorado.
- Bien, les he mentido. No he querido decirles que cada una de las figuras yo te veía a ti.
No hay comentarios:
Publicar un comentario