Bonachón se cansó de ser bueno y escondió la manzana bajo el gorro marrón. Dormilón se cansó de estar en la cama y guardó el elixir en un bolsillo de su camisa naranja. Mudito se cansó de callar y tomó una jeringuilla prestada del botiquín de Tímido que ya estaba cansado de sonrojarse y les había propuesto el plan. Mocoso dejó de estornudar y dejó que la niña durmiese la siesta tranquilamente. Gruñón sonrió por un día y manejó con destreza la jeringuilla, el elixir y la manzana. Sabio despejó la cabeza e ideó el plan. Dirían que vino una mujer, que les vendió una manzana y que se la habían guardado para ella.
Al principio todo había sido demasiado bonito. La chica se desnudaba, se lavaba y se dormía y ellos iban y volvían del bosque con su pequeña erección. Hi ho, Hi ho, cantaban. Pero entonces llegó el príncipe y se acabaron las ilusiones.
- A tomar por culo.
"Este Gruñón, siempre tan amable", pensó la chica antes de sentir como la glotis se inflamaba y el aire dejaba de llegar a sus pulmones.
- Ahora que venga el listo a despertarla. - Dijo mudito antes de volver a callar.
Y cuando escucharon cabalgar al caballo todos pusieron la cara de duelo que durante tantas horas habían ensayado.
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