Se entrenaban para estar
muertos y adoptaban posturas imposibles, pero desconocían la técnica del verdugo porque jamás les había tocado un pelo. Aquella incertidumbre les hacía
sentir más miedo. Cuando al fin escucharon la puerta se escondieron bajo la
cama, pero no vino nadie. Cuando salieron, su padre pegaba las piezas del viejo
trofeo de campeón de fútbol. Se acercaron al sofá, resignados, y recibieron un
beso en la cara. Se miraron extrañados. Aquello no era lo que su madre había
dicho cuando vio el trofeo esparcido por el suelo. “Cuando vea lo que habéis
hecho, vuestro padre os mata”.
Resurrección
Hace 1 semana
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