Me quedé dormido hilvanando
constelaciones. Las estrellas cayeron en picado, el aire azotaba el polvo y
esparcía las cenizas, olía a pólvora y a azufre, podía sentirse el miedo y
podían escucharse las sirenas. Mi madre acudió al cuarto y yo le supliqué cinco
minutos más. Hoy, mientras observo la vieja casa y reconstruyo los tejados con
la memoria, pienso qué hubiese pasado si no hubiese dormido cinco minutos menos.
Rabia
Hace 1 semana
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