- Le cobran en aquella fila de la izquierda, si no le importa, apártese,
que tengo a mucha gente esperando.
La fila llegaba hasta la puerta, recogió el impreso y observó a San Pedro
haciéndole un ademán para que se apartase. En la izquierda, solo dos ancianas
esperaban ante la ventanilla de cobro. El resto, con sus uniformes de militar,
de sacerdote y sus trajes de político, iban bajando uno a uno por el tobogán de
la derecha.
-
¿Por qué
ellos viajan gratis? – Preguntó al ángel con pinta de funcionario.- Ellos ya hace tiempo que vendieron su alma.
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