Yo me sentí ridículo. Le había
dicho tantas veces "eso lo habrás soñado" que ahora no tenía
respuesta para mi fracaso.
Desnuda, resbaló por las sábanas
y acercó su mirada hacia mi entrepierna. Sonrió sin ganas y buscó su ropa para
marcharse.
Sonrojado, busqué una salida en forma
de cuento. Agarré su mano, atrapé sus caderas y susurré en su oído.
- ¿Puedes sentirlo?
- Sí. - Contestó indiferente.
- Entonces no es un sueño.
Apartó mis manos con vehemencia y
se vistió deprisa para dejar un portazo entre su voz y el taconeo intenso que
anunciaba su despedida.
-
Claro que no, ha sido una pesadilla.
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