Los zapatos vacíos llenaban uno de los armarios de la habitación. A Elsa le gustaba jugar con ellos;
soltaba su pelo, hacía aspavientos y taconeaba por el salón ante la sonrisa amarga de su padre.-
Mira, papá. Soy
mamá.
El pelo dorado, los ojos azules, los dientes blancos y alineados.
- Desgraciadamente, eres igual que ella. – Susurraba entre dientes mientras apuraba cigarros y lágrimas.
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