viernes, 4 de octubre de 2019

Al otro lado de la puerta

¿Me oyes? ¿Eres capaz de escuchar mis palabras? ¿Escuchas mis lamentos cada noche, mis suspiros por la mañana, mis gritos de agonía durante la tarde?
Al otro lado de la puerta no quedaba nadie.
De vez en cuando, el carcelero abría la ventanilla y le dejaba un plato de comida.
Después se marchaba a su garita mientras dejaba el eco de sus pisadas sobre las baldosas.

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