La serpiente me quedó más
gorda de lo previsto y tuve que idear un plan. En la casa no quedaba un ratón,
pero fuera esperaba la rata más grande que había conocido. Mi mujer gritó, "¡Abre!", y yo
tapé el doble fondo del armario. Abrí la puerta y allí estaba la rata con su gesto
desagradable. La serpiente no podía moverse y yo necesitaba alimentarla. La
invité a pasar y le enseñé el secreto del armario. Regresé al salón. Mi mujer
preguntó, “¿Quién era?”. “Nadie”. Miró el reloj, eran las cinco. “Qué raro, mi
madre dijo que vendría a tomar café”.
Yoísmo
Hace 2 semanas
No hay comentarios:
Publicar un comentario