miércoles, 9 de mayo de 2012

Precampaña


Cuando el alcalde se acercó al cañón, supimos que deberíamos convocar elecciones. No era moco de pavo; un despacho, poder y el cariño de las mozas del pueblo. La gente gritaba alborozada:

-         Yo prometo bajar los impuestos
-         Conmigo los bares cerrarán más tarde
-         Yo pagaré una ronda cada domingo después de misa

No hubo estruendo, ni sangre, ni elecciones. El enemigo no tenía dinero para munición.

El alcalde se acercó a ellos, abatidos tras el cañón y repartió palmaditas en la espalda.

Si me elegís alcalde os compro un arsenal. Y se van a enterar estos.

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