Miriam arrugó en sus manos el
garabato ilegible que había dibujado. Pedro intentaba guardar silencio, sentado
en el sofá, mirando la tele y con la frente fruncida mientras mascullaba maldiciones
provocadas por el partido de fútbol.
Buscó dentro de su bolso y repasó
los enseres antes de dar el último portazo. Lápiz de labios, tijeras, tinte
para el pelo, la cartilla del banco y el carnet falso comprado a través de
Internet.
El único punto negativo de
cambiar de vida era no poder ver la cara de su marido cuando no encontrase
respuesta a la hora de cenar.
Volvió a desdoblar el papel y observó con disgusto el ilegible garabato.
Lo comparó con los trazos que atravesaban la cara adversa de su nuevo DNI.
Tendría que seguir practicando su nueva firma.
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