Cojeando, me esforcé por alcanzar la fila de niños
que regresaban del recreo. Todo había sucedido tan rápido que aún me dolía más
el orgullo que mis propios pies. Atrás habían quedado una apuesta y un puñado
de cardos desparramados por el suelo. Quise hacerme el valiente y reté con mis
palabras al chico más alto de la clase; "quien aguante más tiempo
caminando descalzo sobre los cardos se queda con la chica". Ella había
aceptado con la mirada y yo no pude aceptar las leyes del dolor. Ni siquiera
pude recordar que llevaba todo el curso queriendo besarla. Me retiré y mientras
el dolor me impedía volver a calzarme los zapatos nuevos, las lágrimas no me
impidieron ver como él se quedaba con la chica y yo me quedaba con mi cara de
tonto.
Resurrección
Hace 1 semana
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