Aquí estoy otra vez; colmado de honores después del último éxito, contando los billetes que me proporcionó el último premio y buscando un rato libre en la agenda para poder pasar un día con mis hijos en el parque de atracciones. Todo lo que me prometiste se está cumpliendo ¿Recuerdas? Tú pones el talento y yo te ofrezco un legado. Ya son seis años a tu lado y es la sexta vez que te escribo el mismo e-mail. Ya sé que me dirás que esto del bloqueo es pasajero, que seguro se cruzará una nube y su forma dará origen a una idea y que me sentaré de nuevo enfrente del ordenador y no cesaré de teclear hasta que escriba la palabra “Fin”, pero es que esta vez te lo digo en serio.
Cuando leíste el borrador de la última novela estuvimos una semana y media discutiendo. Tú no entendías que me hubiese cargado al protagonista y yo no entendía que tú no comprendieses la necesidad que tenía de quitarme de encima a aquel maldito pedante. Tú querías una saga y yo lo zanjé con una trilogía. Le hubiese matado en el segundo libro, pero el primero tuvo tanto éxito que opté por la codicia en lugar de la necesidad.
Y ahora que me siento liberado te escribo para decirte que no habrá una sexta novela, que me he cansado de imaginar una vida que jamás podré vivir y que he decidido planear una nueva que ahora puedo permitirme. Me llevaré a mi familia lejos, disfrutaré atardeceres distintos y me lanzaré por acantilados peligrosos. Y quizá algún día, si encuentro a una editora que me compre verdades, mandaré la fama al carajo y publicaré mi historia sin ningún tipo de imposición.
Y ese será mi verdadero legado.
Fin.
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