La voz sonó ronca, firme, casi autoritaria.
Había mucho dinero sobre la mesa y muchas deudas en los bolsillos. Observó una vez más sus cuatro seises y fue consciente de que la vida le había vuelto a tender una trampa.
Sobre el montón del dinero había una escritura, un reloj y las llaves de un coche. Y no se había jugado a su mujer porque, aún, pese a todo, le había quedado un ápice de vergüenza.
No hay comentarios:
Publicar un comentario