Y nada más existió hasta
el próximo tren. La gente, el bullicio, el mar de bufandas no significaban nada
para él. Aquí una mano enguantada, allá una cabeza cubierta, pero ni rastro del
anillo de oro y la melena negra. Se levantó del banco y buscó refugio en la cafetería. Por un
momento vio un resplandor en el dedo de la morena que removía un café humeante,
pero no descubrió nada en sus ojos ¿Por qué le seguía mirando? Se volvió hacia
la puerta y derramó una gota de leche. Fuera hacía frío y dentro sonaba una
canción de Serrat.
Resurrección
Hace 1 semana
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