-
¿Qué
cielo? – Preguntó el otro.
-
Ese. –
Contestó señalando al techo.
Una gota sucia cayó y
compuso un sonido hueco al caer sobre el suelo. La luz del pasillo dejó
entrever la mano que bajaba. El de abajo rechazó la invitación.
-
No
podemos. Está lloviendo.
Se escucharon risas y
pasos. La carcajada se apagó cuando el guardia llegó hasta la celda y golpeó
los barrotes con el puño.
-
¡Silencio!
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