La cena se enfriaba en la
mesa y yo seguía contando los minutos. Hacía cincuenta que había salido del
trabajo, cuarenta que había empezado a hacer la cena, veinte que debería haber
llegado y diez que había empezado a preocuparme. Algunas veces me llamaba para
advertirme que le había surgido algún imprevisto; "gajes del oficio",
me decía, "es lo que tiene ser médico". Aquella vez no me había
avisado. Sonó el teléfono y comprobé, en la pantalla, que era el número del
hospital que tenía memorizado. Inmediatamente supe que no era ella la que
llamaba.
Yoísmo
Hace 2 semanas
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