Cleo la levantó y allí la esperaba el alacrán. Las
pinzas caídas y el aguijón humeante. En su sonrisa descubrí el disfrute que
delataba tras haber inyectado a su última presa. Como no valían cazadores
satisfechos, Cleo volvió a bajar la hoja y seguimos buscando un mercenario
dispuesto a cumplir nuestra venganza por un puñado de moscas. Cruzamos la
vereda del arbusto y encontramos a la avispa esperando impaciente junto a su
charca. Cleo me miró inquieto con sus ojos de saltamontes amenazado y yo le
sonreí satisfecho mientras me acercaba a negociar. Por fin, la araña iba a
aprender donde tejer su tela.
Resurrección
Hace 6 días
No hay comentarios:
Publicar un comentario