Todavía algunas veces huele a sangre. Todavía puedo
sentir la presencia de Tobías sobre mi regazo; sus pies de bailarín, su nariz
escudriñadora, su espalda contra mi pecho. Mi abuelo siempre mataba un cabrito
en vísperas de pascua y aquel año dijeron que no había podido ir al corral del
tío Luis a por uno. La crisis, trataban de explicar mis padres mientras lamían
una cuchara pringada en miel. Nos sentamos a la mesa y sirvieron las chuletas.
Mi madre me dijo que era ternera, pero a mí me seguía sabiendo al mismo
cabritillo de todos los años. "Tonterías tuyas", dijeron. Apuraron el
vino y me mandaron a la cama. "He cenado bien", pensé y mientras
cogía el sueño me acordé del cordero Tobías. Hacía un par de días que no le
veía revolver la paja del corral.
Resurrección
Hace 1 semana
No hay comentarios:
Publicar un comentario