Como cada mañana, bajaba a la playa para ver el amanecer pintando el mar de color fuego. Le gustaba sentarse en la arena y conversar con sus familiares. Un día era su hermana, otro su abuela, otro su padre y, aquella mañana de brisa suave, pudo escuchar la serena voz de su madre aguantando un llanto imperecedero. Por un momento pudo abrir los ojos y descubrió que había cambiado la playa por una fría habitación pintada en blanco. El doble pitido que, durante todas aquellas mañanas, había acompañado al aire en sus paseos marítimos, cesó de repente y comprobó como una dama vestida de negro se acercaba a cerrarle los ojos. No pudo ver mucho más, salvo aquella satisfecha sonrisa y la guadaña brillante reluciendo bajo los fluorescentes.
La erótica del poder
Hace 6 días
3 comentarios:
conmovedor , senti la pelicula ... supongo como todo el mundo despues de vivir dia a dia con san pedro sus dias y sus ganas de marchar.
la pena esque hoy en dia aún se luche por este derecho .
saludos pablo .
Como siempre, que bien escribes joer pero lo que te he dicho hace un rato, lo suyo es que hubieras puesto que la máquina deja de sonar porque alguien la desenchufa, yo al leer pensé que dejaba de sonar porque se le paró el corazón de repente, sólo esa apreciación pequeño.
Besotes
Que bien escribes cuñaooo!!!! la verdad es que es triste la historia, pero lamentablemente se escuchan historias en la vida real muy similares, esperemos nunca vernos en esa tesitura, porque por muy encontra o a favor de la eutanasia que estemos, verse en esta situacion similar te tiene que hacer plantearte muchas cosas, verdad??
Besos
Publicar un comentario