martes, 24 de abril de 2012

La niñera

La niñera tomaba al niño por las axilas y lo acurrucaba junto a su pecho. Algunas noches, mientras el silencio se apagaba con el sonido del sueño, se acercaba a la cuna para verle dormir, se sentaba a su lado, lloraba por dentro, sonreía por fuera y saciaba su hambre con el líquido de sus mamas.

La niñera salía con el niño agarrada con fuerza a los mangos del cuco y le hablaba en voz baja mientras le contaba la historia de sus parques y jardines. En cada esquina había una historia y en cada historia había una niña pequeña que jugaba a la comba con sus amigas y al escondite con sus amigos.

La niñera paseaba con el niño agarrado a su mano y le enseñaba la magia de los primeros pasos. Correteaban juntos por el sendero mientras miraban a las mariposas e imitaban el vuelo de los pájaros. Atrás no quedaba nadie, el dinero no compraba momentos y la estabilidad no se compensaba con trabajo.

La niñera sacó un libro infantil del armario y se sentó junto al niño a mirar algunos dibujos. Un tren, un avión, una vaca y una mujer desnuda con un bebé en los brazos. Aquella foto la había tomado una mañana de soledad, mientras calentaba el agua para el baño y ponía en orden sus ganas de seguir viviendo. No pudo sentir más vida ni obtener más premio a su satisfacción cuando el niño señaló la foto y giró su cabeza para encontrarse con sus ojos y balbucear la palabra "mamá" mientras buscaba el premio de una nueva sonrisa, un nuevo abrazo y un nuevo beso en la mejilla.

martes, 17 de abril de 2012

El hijo del serenatero


El serenatero gustaba de enseñar equilibrios a las cabras; cada canción era un número diferente y a Manolín le gustaba mirar a "Arrugadita". Tenía el mismo porte que su madre, la vieja "Arrugada" que, hundida en el rincón, aprovechaba los descansos para lamer el hocico de su cría.
Manolín escuchó a su padre cantar y las cabras regresaron a su lado.
"Arrugadita" volvió a caerse. Manolín tragó saliva, cruzó una mirada con "Arrugada" y comprendió su gesto. Tantas noches a hurtadillas para nada.
"Arrugada" había sido la mejor cabra del espectáculo y Manolín seguía siendo el más torpe del pueblo.

jueves, 12 de abril de 2012

Esclavo de tus actos


            -          ¿Por qué matas?
            -          Quiero libertad.
      -        No puedes tenerla. Ahora eres esclavo de tus actos.

martes, 10 de abril de 2012

Camino de ida

El camino de ida hacia lo desconocido era largo y estaba plagado de flores. El camino se escarpaba por momentos y el polvo rechinaba entre los dientes. Se aferró a las riendas y forzó la mandíbula en un sueño irreal. Durante un momento fue un forajido, un tipo malo que huía con el botín y cabalgaba hacia el horizonte en busca de alguna ciudad sin ley. El caballo relinchaba en el galope, escupía una espesa saliva de velocidad y apretaba el paso cada vez que sentía las espuelas clavadas en el costado. Un bravo semental color gris oscuro regalo de su padre cuando el viento había cantado melodías de satisfacción. Dejó escapar una lágrima y la pequeña gota se esfumó con el viento. Recordó aquellas duras palabras: "No podemos permitirnos ya esta vida. Tenemos que venderlo todo". "¿El caballo también?" había preguntado él. No recordaba palabras, tan sólo una leve afirmación con la cabeza, una pataleta, una huída, una reivindicación ante la injusticia. Los trece años aportaban inocencia, ignorancia y egoísmo. El caballo era su amigo, galopar era su vida. Recorrió el prado, cruzó el valle y vadeó el río. Paró cuando el sol se escondió tras la montaña y se arropó entre la hierba con una manta para seguir llorando entre sueños. Cuando despertó el sol quemaba sus ojos y las voces repicaban en sus oídos. Le encontraron junto al caballo, como siempre. Le obligaron a volver y le dejaron llorar hasta que no le quedaron lágrimas. Cuando regresó a la realidad se dio cuenta de que hay sueños que merece la pena mantener despiertos. Años después regresó a su lugar y volvió a comprar un caballo. Galopó hasta el valle y vadeó el río, pero esta vez no se paró a dormir sobre la hierba. Caminó despacio en el camino de vuelta y supo entonces que sólamente había una vez en la vida para iniciar un camino de ida y su oportunidad ya se la había robado el tiempo.

martes, 3 de abril de 2012

Un garabato arrugado


Miriam arrugó en sus manos el garabato ilegible que había dibujado. Pedro intentaba guardar silencio, sentado en el sofá, mirando la tele y con la frente fruncida mientras mascullaba maldiciones provocadas por el partido de fútbol.
Buscó dentro de su bolso y repasó los enseres antes de dar el último portazo. Lápiz de labios, tijeras, tinte para el pelo, la cartilla del banco y el carnet falso comprado a través de Internet.
El único punto negativo de cambiar de vida era no poder ver la cara de su marido cuando no encontrase respuesta a la hora de cenar.
Volvió a desdoblar el papel y observó con disgusto el ilegible garabato. Lo comparó con los trazos que atravesaban la cara adversa de su nuevo DNI. Tendría que seguir practicando su nueva firma.