miércoles, 27 de abril de 2011

Lo había intentado

Lo había intentado, no podía decir que no. Había viajado solo, había alquilado una habitación por meses y había madrugado durante todo un año para ganar un pedazo de pan duro. No había visto nada de lo que le habían contado, nada de lo que le habían prometido, nada de lo que había soñado. Solamente había visto humo, ruido, prisas, intolerancia, desprecio, vida insana. No había ahorrado dinero para comprar una casa, ni para un coche de segunda mano, ni para una boda de cien invitados. Regresó a casa con la alforja vacía de ilusiones y con la sensación de que la vida no da oportunidades a todo el mundo. Observó sus manos y frotó los callos con ávido interés para entrar en calor. Había grietas entre los dedos, uñas partidas y ampollas en las palmas, pero había que mirar hacia adelante. Cogió la azada y volvió a clavarla en la tierra. Una vez más. Igual que lo había hecho durante los últimos quince años. Todos excepto aquel que perdió en la ciudad buscando un sueño y despertando en una pesadilla.

martes, 19 de abril de 2011

Corre

Las balas silbaban entre los árboles y se filtraban en el aire como el canto de los pajaros. Pero allí no había aves a las que disparar para saciar el hambre, ni un rayo de luz que diese paso a un vestigio de esperanza. La maldita guerra, ideada por unos para imponer la paz y por otros para defender su lucha, había separado al país en dos y primos, hermanos y amigos se disparaban a quemarropa sin conocimiento ni causa justa.

Pedro era un tipo formal, de camisa limpia y bien abotonada y de misa puntual cada domingo por la mañana. La primera vez que le dieron un fusil supo que aquella iba a ser la peor esquirla dentro de su memoria. Recorrió el bosque en busca de fugitivos y peinó cada tronco como si allí pudiese esconderse el mismísimo diablo. Un ruido de hojas secas le hizo aguzar el oído y disparó, sin apuntar, hacia un bulto que se movía por su derecha. Por un momento dudó de su propia conciencia. El disparo errado le hizo sentir alivio y enfado a la vez. Frente a él se encontraba Ambrosio, su amigo de toda la vida, con el que había aprendido a pescar carpas en el río, con el que había hablado por vez primera de los ojos de la que sería su novia, con el que había probado la alegría del vino en las primeras fiestas del pueblo tras cumplir la mayoría de edad.

Se encontraron frente a frente y se miraron a los ojos. Ambos llevaban armas y ambos lloraban como niños.
- ¡Corre! - Le ordenó. - ¡Corre todo lo que puedas!

Le vio asentir y, segundos después, perderse entre la maleza. Una voz en firme, tras él, le mantuvo alerta.
- ¡Qué coño pasa ahí!

Era el capitán.

Pedro cargó su fusil, apuntó a su pierna y se disparó a bocajarro. Hundido de dolor en el suelo comenzó a lanzar improperios mientras esperaba la llegada de su oficial.
- ¡Me ha dado, mi capitán! - Gritó casi desesperado. - ¡Ese hijoputa de me ha dado!

Y se quedó allí tendido, esperando a que alguien cortase la sangría y deseando que Ambrosio hubiese corrido tanto como para cruzar las lindes de su zona franca, pues no tardarían en ir detrás de él y entonces no encontraría un amigo que le ayudase a escapar.

lunes, 18 de abril de 2011

Mayo del 68

Sintió la manifestación alejarse y permaneció inmóvil. Conservaba la flor prendida tras la oreja pero no encontraba la fuerza suficiente para expresar su rabia. La ciudad se había convertido en un caos, el cielo irradiaba luz y el eco de las protestas engalanaba un ambiente irrepetible. Había soñado un momento como aquel durante toda su vida y ahora que lo había encontrado le faltaban fuerzas para aferrarse a su instinto. Una gota asomó sobre sus ojos y sintió desprenderse la flor. En apenas un segundo el cielo se tiñó de rojo y un brazo uniformado la sujetó para arrastrarla hacia el calabozo.

miércoles, 6 de abril de 2011

El socorrista

El sol pegaba con fuerza, la camiseta descansaba sobre el respaldo y los músculos lucían firmes frente a los bañistas. La bandera verde ondeaba al viento y las gafas de sol le permitían observar con disimulo los esculturales cuerpos de las europeas del norte. Le dijeron que aquel curso de la Cruz Roja le abriría las puertas a un verano inolvidable; sol, glamour, chicas y éxito. Se le daba bien nadar, se le daban bien los primeros auxilios y se le daba bien el extenderse la crema bronceadora por el cuerpo. Levantó las gafas para observar a la rubia que le había dedicado un piropo, bajó de la silla de vigilancia y la tomó por la cintura. Aquella era la vida que siempre había soñado. Quizá, en el cambio de turno, tuviese un momento para darle un par de azotes en la intimidad. Se acercó otra rubia, y otra morena. A cada cual mejor. Extendió su mejor sonrisa e intentó disimular el bulto por debajo de su bañador. Agarró cinturas y repartió besos en las mejillas. Se escuchó un grito. Corrió. Se lanzó al mar y buscó al niño que se había perdido bajo el agua. Nada. Sintió un escalofrío, sus músculos se destensaron y el bulto bajo el bañador se convirtió en un escondite hacia la garganta. Llegaron refuerzos y hallaron el cadáver. Se le daba bien nadar y se le daban bien los primeros auxilios, pero no había podido demostrar sus habilidades por no haber llegado a tiempo. Se le daba bien el extenderse la crema bronceadora por el cuerpo, aunque supo que ya no lo haría más en lo que quedaba de verano. Debería acudir a clases de atención profesional. Aquel agosto no dejó más chicas, ni más sol, ni más sonrisas. Solamente un amargo recuerdo y una esquirla que permanecería en la conciencia durante el resto de su vida.

lunes, 4 de abril de 2011

La iglesia vallecana

Es divertido ser salmón. Piensa. Nadar contra corriente y saltar de vez en cuando para volver a sumergirse. Esta vez el chapuzón ha llegado demasiado lejos. Pero ¿Qué más da? ¿Es preferible creer o aprender? Creo en Dios. Sentencia. Y aprendo de mis actos. Concluye.

Suena la puerta. Tras el umbral, una caja de rosquillas. Piensa en la cara que pondría el obispo si le viese comulgar con ellas. Conoce las normas y se conoce más a sí mismo. Resultará más fácil comulgar con rosquillas que hacerlo con ruedas de molino.

Que piensen lo que quieran. Yo regreso a mi río. Es divertido ser salmón.